viernes, 13 de enero de 2012

¡Ni legalistas, ni libertinos... Pero sí fieles a Dios!


CUANDO LA MOTIVACIÓN ES LA PERFECCIÓN PROPIA Y NO LA FIDELIDAD DE DIOS NI SU GRACIA

Cuando se pretende ser fieles, pero sin entender la gracia, entonces el resultado es el legalismo y un corazón engañado. 

   ¿Qué te motiva ser fiel a Dios? Ya vimos que una de las respuestas puede ser: ¡El deseo de ser perfecto! Cuando mi motivación es mi propia perfección entonces estoy caminando sobre terreno peligroso y arenas movedizas. No hay hombre perfecto en la tierra que haga siempre el bien y que nunca cometa errores… Solo es cosa de tiempo para terminar frustrado, agotado, culposo y lejos de Dios. El hombre que busca ser perfecto tiene como “bencina para su motor” su propio orgullo y está confiando en su propio esfuerzo para presentarse delante de Dios… Perdónenme la expresión: ¡Es el peor de los necios! (Y créeme que yo mismo lo he sido).

   Cuando comencé mi caminar como discípulo de Cristo, comencé muy enfocado en ser perfecto y en ganarme de algún modo la simpatía de Dios, pero conociendo muy poco acerca de la gracia de Dios. Era duro conmigo mismo porque creía que tenía que ser perfecto, pero no hay corazón que aguante mucho tiempo siguiendo ese camino y sintiéndose animado y feliz con Dios.

   Lucas 18:9-14. Jesús denunció a aquellos religiosos que pretendían presentarse delante de Dios creyéndose perfectos. Es un sistema ciego, irreal y que termina lejos de la gracia de Dios, resistiéndola. Jesús enseñó esta parábola para quienes “confiaban en sí mismos como Justos”.
   “Los fariseos y los maestros e la ley Habían dispersado la ley de Dios en 613 reglas, 248 mandamientos, 365 prohibiciones. Y reforzaban todas estas reglas con 1521 enmiendas…”[1] Podemos comprender por qué entonces se encontraba tan seguro y orgulloso el fariseo frente a Dios. La base de su seguridad radicaba en que había logrado cumplir con todas las reglas que su religión le imponía. En cambio el publicano (recaudador de impuestos) no tenía nada bueno a que echar mano para presentarse delante de Dios y aún así decide presentarse, pero solo apelando a su gracia ( su compasión, su bondad inmerecida). Dentro del pueblo judío los publicanos estaban en la misma categoría que las rameras (por eso Jesús los nombra juntos. Mateo 21.31. Etc.) La palabra publicano era sinónimo de ladrón. Su dinero no podía ser donado como ofrenda en el templo, ni siquiera para dar limosna a los pobres por ser considerados despreciables. 

   Entendemos entonces el impacto que tiene que haber provocado en sus oyentes  esta parábola de Jesús. Él la usó para hablar de la gracia de Dios, y que la gracia de Dios solo es gracia pura cuando no podemos hacer nada  para ganarla o merecerla. El publicano fue declarado “justo” por Dios (sin culpa de pecado) solo por la pura gracia de Dios. ¡Así de importante es el mensaje de la gracia, radical y ofensivo al orgullo humano!


¿Con que material voy a construir mi vida espiritual?

  El Salmo 26:3(DHH). Dice así: “Yo tengo presente tu amor y te he sido fiel…” ¡Es la fidelidad y el amor de Dios lo que me motiva a ser fiel! ¡La única motivación perdurable para mantenerme fiel a Dios todos los días de mi vida es tener siempre presente su amor (Y su amor lo recibo de pura gracia)!
 Si buscamos perfección ¿Quién podría mantenerse  en el camino junto a Dios? ¡Nadie! Pero mi deseo de honrar a Dios viene de reconocer su continuo perdón hacia mi vida ¡Quiero ser fiel a Dios porque su gracia me motiva a ello! 

Hechos 20:32 (NVI): “Ahora los encomiendo a Dios y al mensaje de su gracia, mensaje que tiene el poder para edificarlos y  darles herencia entre todos los santificados.” El apóstol Pablo confiaba en el mensaje de la gracia de Dios y sabía que era un  suficiente para edificar  a los discípulos y llevarlos al cielo. ¿Creo yo que la gracia es suficiente para edificar a la iglesia? ¿O busco métodos extras para motivar a los discípulos?

Hechos 11:23 (NVI): “Cuando él llegó y vio las evidencias de la gracia  de  Dios, se alegró y animó a todos a hacerse el firme propósito de permanecer fieles al Señor.” Solo podemos realmente permanecer fieles al Señor cuando conocemos la gracia de Dios.

1ª Cor. 15: 9-10: “Mientras más vamos conociendo la gracia de Dios, más seguro y gozoso es nuestro cristianismo, y causa más impacto en la vida de otros”.

2ª Corintios 12: 7-9: Entender la gracia de Dios es todo lo que necesitamos para permanecer fieles a Dios.

Tito 2:11-12: Solo el que comprende la gracia de Dios. Recibe el poder y lo motivación para vivir una vida venciendo el pecado y los deseos mundanos.


Algunas ideas sobre la gracia de Dios

La gracia de Dios solo es gracia real  cuando entendemos que no podemos hacer nada para ganarla ni merecerla y que la base de esa  gracia es la bondad inmerecida o el amor inmerecido de Dios por nosotros y no nosotros mismos.

Veamos algunas escrituras:
Oseas 14:4: “… Voy a amarlos aunque no lo merezcan…” (DHH.).
                      “…Y los amaré de pura gracia…” (NVI).
El amor que hemos recibido de Dios es una expresión de la gracia pura de Dios. ¿Estoy contaminando la pureza de la gracia de Dios, tratando ahora de ganarme su amor? ¡El amor de Dios no se gana, se recibe!

Miqueas 7:18: “…Porque tu mayor placer es amar.” (NVI). El mayor placer de Dios no está sujeto a nada de lo que yo pueda hacer. Porque su mayor placer es amarme y su amor es un acto de pura gracia. Su mayor placer no está sujeto a la condición o la conducta del objeto que recibe el amor (o sea yo), sino a la fuente misma del amor que es Dios.  Dios me ama porque él es amor. Porque su naturaleza es amor puro e incondicional (1ª Juan 5:16). 

“Por lo tanto, ni mis cambios anímicos, ni mis derrotas, ni mis victorias, ni lo espiritual que sea, ni lo mal que me sienta pueden afectar “su mayor placer”. “Dios a nadie ama porque se lo merezca, o porque se haya ganado su amor. Dios  me ama solo porque él es amor puro, inmutable e incondicional.”

Salmo 103: 3 y 10: “ÉL es quien perdona  todas mis maldades, quien sana todas mis enfermedades… No nos ha dado el pago que merecen nuestras maldades y pecados;…”

Esta es una de las escrituras que en lo personal me definen lo que es la gracia de Dios. Gracia significa: Bondad inmerecida de Dios con nosotros. Y aquí dice que Dios no nos da lo que merecemos, sino lo que no merecemos:

Ø  Mis maldades y pecados merecen castigo y Dios me da perdón.
Ø  Merezco la muerte y Dios me sigue dando vida.
Ø  Merezco un latigazo y una bofetada y Dios me da un beso.
Ø  Merezco un ceño enojado y fruncido y Dios me da una sonrisa.
Ø  Merezco ser expulsado de su presencia y Dios me da un abrazo.
Ø  Merezco ir al infierno y Jesús ora por mí diciendo: “Padre perdónalo”.

1ª Cor. 15:10: Solo cuando entendemos la gracia de Dios podemos vernos correctamente a nosotros mismos. Solo por medio de la gracia de Dios nos podemos mirar a nosotros mismos y a Dios  y sin asustarnos. La gracia de Dios es el lente correcto para ver quien soy porque es “por la gracia de Dios que soy lo que soy”.
“No es lo que hago basándome en mis logros lo que define lo que soy. Si no lo que soy por la gracia de Dios lo que termina definiendo lo que hago”
¡Quiero ser fiel a Dios porque él es fiel conmigo!  Es su gracia, su continuo perdón y su amor lo que me motiva a querer estar con él.


   2ª de Timoteo 2:13 dice que,  aunque yo sea infiel y le falle a Dios, él sigue siendo fiel. Y esto  lo he comprobado muchas veces en mi vida. Yo he fallado, pero Dios sigue ahí. Yo peco y lo ofendo continuamente pero él permanece fiel. Él no se mueve, él no me abandona y me sigue mostrando su amor. 

    El Salmo 130:3-4 dice lo mismo de Dios:
“Señor, Señor,
Si tuvieras en cuenta la maldad
¿Quién podría mantenerse en pie?
Pero en ti encontramos perdón,
Para que te honremos.”

    Es el continuo perdón de Dios lo que me motiva a querer honrarlo más y más. Seamos realistas, si Dios decidiera enrostrarnos cada pecado que cometemos (en pensamientos, sentimientos y acciones) ¿Quién de nosotros seguiría estando de pie frente a Dios? ¿Quién tendría la esperanza de ir al cielo?


El conflicto de la gracia:

    Desde el comienzo, el mensaje de Pablo de “salvación solo y absolutamente por la gracia de Dios” fue mal entendido por ciertos sectores de la iglesia de Cristo: Romanos 3:8. (NVI.): “¿Por qué no decir: Hagamos lo malo para que venga lo bueno?” Así nos calumnian algunos, asegurando que eso es lo que enseñamos. ¡Pero bien merecida se tienen la condenación!”

    Está claro que Pablo no enseñaba eso que algunos decían de él: “¿Qué concluiremos? ¿Vamos a seguir pecando para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera!  Nosotros que hemos muertos al pecado ¿Cómo podemos seguir viviendo en él? (Rom. 6:1-6).

    1. Los legalistas: “Para ellos Cristo no era suficiente, ni su gracia salvadora. Tenían que hacer más cosas para salvarse”.  La iglesia tuvo que definir su postura frente a la primera herejía que comenzó a  cundir dentro de ella. Esto se encuentra en Hechos 15:1-11.
 
    En el principio comenzó siendo un gran altercado contra lo que Pablo enseñaba “salvación solo por la gracia de Dios” (vs. 1-5).  Algunos creen que fue en ese tiempo, justo antes de realizarse este primer concilio de la iglesia en Jerusalén, que Pablo escribe su agresiva carta a los Gálatas advirtiéndoles los graves errores que enseñaban estos “maestros judaizantes”. Este movimiento siguió cundiendo dentro de la iglesia y causándole muchos problemas a Pablo (1ª Timoteo 1:3-7).

    2. Los libertinos: Estos creían que la gracia de Dios les daba plena libertad para pecar y llevar vidas inmorales. Pensaban que ya una vez salvos,  eran salvos para siempre sin importar los pecados que practicaran.  La carta de Judas (leer  Judas v. 3-5 y su concepto de la gracia), y la carta de 2ª de Pedro fueron escritas para contradecir este error o herejía dentro de la iglesia.  En 2ª Pedro 3:14-18 Pedro advierte que estos torcían o mal interpretaban los escritos del apóstol Pablo para justificar sus conductas inmorales. Pedro los llama con el nombre de “libertinos” en el verso 17. Y también le enseña a la iglesia que la solución frente a esta herejía no era “dejar de predicar sobre la gracia de Dios y comenzar a ser más duros y radicales”.  Por el contrario la solución la da en el verso 18 donde dice: “Mas bien, crezcan en la gracia y en el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. ¡A él sea la gloria ahora y para siempre! Amén.

    Para ser honestos, todos tenemos la tentación de caer en uno u otro grupo. Pero estamos llamados a ser… ¡Ni legalistas, ni libertinos!  Pero sí fieles a Dios como una expresión de que confiamos en su gracia y no en nosotros mismos para salvarnos.


¿Tienes el lente correcto? ¿Conoces la gracia de Dios?

(Estos son algunos textos de combate que me han servido en mi vida espiritual para comprender y aceptar la gracia de Dios cada vez que peco y que siento que Dios ya no quiere nada con migo).

Cosas  que Dios no hace cada vez que yo peco: 

Génesis 3:21: “Dios no deja de velar por mis necesidades y de cuidarme, aún cuando muchas veces yo lo ofendo y peco”.

Salmo 37:23-24: “El Señor dirige los pasos del hombre y lo pone en el camino que a él le agrada; Aún cuando caiga, no quedará caído, porque el Señor lo tiene de la mano.” (DHH).  Dice que Dios no me suelta ni se aleja de mí cuando yo me caigo. Generalmente es lo contrario: “Soy yo el que decide soltarse de su mano porque no entiendo la gracia de Dios”.

Salmo 103:3: “No existe pecado que Dios no esté dispuesto a perdóname por su gracia si estamos dispuestos a ir a él arrepentidos”.

Lucas 22:31-32: “Dice que Jesús no deja de tener visión por mí, aún cuando yo me caiga, o peque, o lo ofenda como lo hizo Pedro. Su visión por mí va mucho más allá de mis caídas, porque él ve que así yo voy a experimentar su gracia y que voy a cambiar mi corazón conociendo mejor su perdón”.

“También dice que Jesús conoce desde mucho antes mis caídas y los pecados que voy a cometer, y aún así el ya está dispuesto a perdonarme. No tengo un solo pecado o caída con el que yo pueda sorprenderlo”. 

Hebreos 2:11: Jesús no se avergüenza de mí, ni de mis debilidades.

Hebreos 8:12: Dice que cuando Jesús perdona mis pecados no  se vuelve a acordar más de él.



¿No te dan ganas de servir fielmente a un Dios así?
 ¿Qué te motiva a ser fiel?
¿Es la gracia de Dios o tu deseo de perfección?



[1] Philips Yansey, El Jesús que nunca  conocí (Miami, Florida: Editorial Vida. 1996), p. 132.

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